Aunque matizado por edades, niveles culturales y otros factores, las personas creen en lo que quieren creer. En algunos casos se trata de fe, en otros de preceptos morales y en algunos de nociones ideológicas. Hay quienes creen en algo porque desean que suceda, porque les parece inevitable y, a veces, porque les conviene. Tal vez esto último sea el caso que comenzaré a comentar hoy.
Entre los secretos mejor guardados del mundo figura lo relacionado con las armas nucleares de Israel. Nunca han sido probadas y nadie las ha visto, excepto Mordejai Vanunu quien, en 1986, de un modo completamente amateur, reveló el secreto y sobrevivió a lo que, las autoridades de su país, consideraron una traición.
Vanunu, nacido judío en Marruecos en 1954. Con su familia emigró a Israel en 1963. cumplido el servicio militar, estudió física en la universidad Ben Gurión en Israel. Nunca fue agente de ningún país ni recibió entrenamiento de inteligencia y en 1976 ingresó en el Centro de Investigaciones Nucleares de Dimona en el desierto de Néguev, donde trabajó durante 9 años.
Debido a que entre sus tareas figuraba medir los niveles de radioactividad en la instalación, tenía acceso, prácticamente a todas las dependencias, circunstancia que aprovechó para acopiar información y tomar fotos sobre el proceso de producción de armas atómicas que allí tenía lugar. En 1985, fue despedido y, a pesar de que presumiblemente poseía secretos, tranquilamente se marchó de Israel, recalando en Sídney, Australia donde, se convirtió al cristianismo. Al bautizarse, adoptó el nombre de John Crossman.
En Sídney, entre otros periodistas, conoció a Peter Hounam, reportero del diario británico The Sunday Times a quien parece haberle informado de sus hallazgos mientras trabajaba en Dimona. Con Hounam en 1986 viajó a Londres donde le entregó información y fotografías tomadas y sacadas clandestinamente de Israel en las cuales se atestiguaba que allí se fabricaban armas nucleares.
Enterados, los servicios de inteligencia israelíes, montaron una operación, sacada de los archivos o de historias de ficción. En septiembre de 1986, Cheryl Bentov, una bella agente secreta, sedujo a Vanunu y juntos viajaron a Roma donde fue secuestrado por el Mossad y trasladado por mar a Israel, todo ello en el más estricto secreto. El 5 de octubre, el The Sunday Times, con fotos y detalles, publicó las revelaciones de Vanunu, calculando que Israel habría producido más de 100 ojivas nucleares. Poco después, en Jerusalén, fue juzgado a puerta cerrada y condenado a 18 años de cárcel, permaneciendo en aislamiento durante los próximos 11 años.
Según la narrativa, el encartado logró revelar las circunstancias de su secuestro, escribiéndolo en la palma de su mano, la cual oprimió contra el cristal del vehículo en que era trasladado, de modo que los reporteros pudieran leerla e informarse. En 1999 el gobierno de Israel accedió a publicar extractos censurados de las actas del proceso.
A las dudas de por qué, sin motivaciones ideológicas para hacerlo ni recibir nada a cambio, arriesgando su libertad y su vida, un ciudadano de Israel, acumuló anotaciones y tomó fotos que sacó de la planta de Dimona y del país, revelando a un recién conocido algunos de los secretos mejor guardados del mundo para seguidamente, caer mansamente en brazos de otra desconocida que, resultó ser una agente de la inteligencia israelí, se suman otros elementos.
¿Es creíble que la contrainteligencia israelí no tomara prevenciones respecto a los empleados y ex empleados de la principal instalación nuclear, poseedores de información sensible de la planta donde se fabrican las bombas atómicas, principalmente cuando viajaban al extranjero? ¿Por qué las grandes potencias, adalides de la no proliferación se muestran indiferentes ante las presuntas armas atómicas de Israel, actitud que también asume la Organización Internacional de la Energía Atómica de la ONU (OIEA)
¿Por qué poderosos países como Turkiye, Egipto, Arabia Saudita y Argelia confrontados con Israel no se muestran alarmados porque su potencial adversario posea armas con las cuales pueden exterminarlos e Irán se arriesga a una confrontación inminente a sabiendas que Israel puede descargar sobre su territorio 100 bombas atómicas?
Estados Unidos y la OTAN, los países árabes y la ONU se rasgan las vestiduras, protestan, negocian y entran en pánico por las hipotéticas armas nucleares que Irán, si quisiera, pudiera llegar a producir, no mencionan nunca el peligro que para la región y el mundo representan las armas nucleares de Israel: ¿Serán acaso menos peligrosas? ¿Por qué temer a armas hipotéticas y ser indiferente a las reales?
Tal vez, en parte se trata de que los países árabes e Irán se benefician con la creencia de que Israel posee armas nucleares, cosa que no les consta, pero los provee de licencias y justificaciones para su crecimiento armamentístico. No importa que ninguna arma convencional, en ningunas cantidades pueda neutralizar las bombas atómicas; lo que importa es el clima que se crea alrededor de ello.
No tengo datos ni argumentos para desentrañar los enigmas en torno al presunto programa nuclear israelí y ojalá que, para bien de los pueblos de la región, incluido el de Israel, tales armas no existan. Allá nos vemos.