LOS RUIDOS Y LA NUECES
El restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba se ha enredado, no porque La Habana se haya puesto difícil, sino porque lo ha hecho Washington, que lo ha convertido en rehén de las batallas que la mayoría republicana en el Congreso libra contra Obama. Nunca antes un presidente norteamericano había encontrado semejante resistencia para abordar un asunto internacional.
Hasta ahora, a lo largo de 56 años, diez presidentes de Estados Unidos, que condujeron 14 administraciones, además de varias guerras e intervenciones, han hecho y deshecho respecto a Cuba cuanto se les ha antojado, sin que ello haya provocado debate alguno en el Congreso.
En toda la historia norteamericana ningún país ha merecido tanta atención, ni ha sido tan hostigado como Cuba. Tan dilatada y carente de sentido es la situación, que para cualquier político estadounidense de hoy sería difícil establecer los motivos para semejante prioridad y hostilidad.
La actitud del Congreso hacia Cuba no es ahora agresiva sino irracional, no hay nada que el más reaccionario, imaginativo, o pragmático de los Representantes o Senadores que se oponen a la normalización diplomática pueda proponer, que no se haya realizado o intentado ya.
El oportunismo de los congresistas contrarios al presidente, han convertido las gestiones para elevar a rango de embajada unas secciones de intereses que existen desde hace 38 años, las cuales cumplen prácticamente las mismas funciones que cualquier otra representación norteamericana y cubana en el extranjero; en un conflicto mayor.
Aunque era posible prever maniobras dilatorias promovidas por los congresistas de origen cubano, no se concibió la idea de que pudieran comerciar con ellas para, mediante un abierto intercambio de favores, incorporarlas al paquete de medidas conque la mayoría republicana confronta al presidente.
Rejuegos de ese tipo han hecho que medidas de alcance limitado como los viajes a Cuba, y algo tan trivial y rutinario como el presupuesto para una embajada, hayan adquirido dimensiones que las homologan con la oposición al programa de salud, la reforma migratoria y el tratado de comercio, impulsados por el presidente Obama, y a los cuales se oponen los republicanos.
Traficando influencias, los ultra reaccionarios legisladores de origen cubano han logrado importantes márgenes en las votaciones a favor de enmiendas en las leyes de presupuestos de los departamentos de Comercio y Transporte que, de ser aprobadas, mantienen los obstáculos al comercio y los viajes a Cuba. Ejercicio que se repetirá al examinarse el presupuesto para la embajada en La Habana y el nombramiento del embajador.
De ese modo el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con Cuba parece estar perdiendo identidad propia, para ser artificialmente integrado a un diferendo mayor. De manera intencionada, un asunto que concierne a la política y el servicio exterior, en los cuales las facultades del presidente son mayores, se convierte en un asunto de política doméstica, en donde la opinión del Congreso es más relevante.
De igual forma, procesos que las estructuras de los departamentos de Estado, Comercio, Tesoro, y otras agencias deberían conducir de modo más o menos expedito, avanzando rápidamente con las contrapartes cubanas en la solución de asuntos de índole administrativa, se integra a un debate político mayor, que obliga al presidente a dialogar y polemizar con el Congreso, complicando una agenda saturada de confrontaciones.
Todo parece indicar que se ha estado configurando una situación, en la cual los avances en la solución del diferendo de Estados Unidos con Cuba, da lugar a un contencioso de la Casa Blanca con el Capitolio, que si bien puede ser administrado mediante arreglos y vetos, puede implicar esfuerzos, compromisos y confrontaciones que no favorecen a la gestión del presidente.
Entre tanto, con poca información, lo cual es habitual, la población cubana, máxima interesada en la evolución de este proceso, que levanta justificadas esperanzas de que la disminución de tensiones y restricciones signifiquen pasos en el desmontaje del bloqueo, espera por iniciativas que contribuyan a remover obstáculos.
En cualquier caso, seis meses después de que los presidentes Raúl Castro y Barack Obama anunciaron decisiones y no proyectos, los saldos parecen magros. Allá nos vemos.