Líderes aislados. Después de ejercer durante casi 200 años como potencia hegemónica, Estados Unidos pierde capital político

Después de ejercer durante casi 200 años como potencia hegemónica, Estados Unidos pierde capital político y competitividad económica. No creo que se trate de decadencia de la sociedad o del modelo económico y político, sino de que en los últimos tiempos los gobernantes de Estados Unidos, no han escogido bien sus batallas.
Con la aureola de los vencedores en las dos guerras mundiales, líderes de la coalición antifascista e inspiradores de las Naciones Unidas, poseedores del monopolio nuclear y con mayoría mecánica en la ONU, el control del Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el GATT, los Estados Unidos, militarmente poderosos, inmensamente ricos y políticamente estables, ejercieron un liderazgo total.
En diciembre de 1989, en la Cumbre de Malta, George W. Bush, presidente de Estados Unidos recibió de Mijaíl Gorbachov quien gobernaba la maltrecha Unión Soviética, la corona por haber ganado la Guerra Fría. Poco después, la URSS dejó de existir con lo cual, se extinguió la contradicción este-oeste y la lucha ideológica que había signado la confrontación entre el socialismo y el capitalismo virtualmente se apagó.
Los países ex socialistas y los estados surgidos de la disolución de la Unión Soviética, en total unos 30, adoptaron el capitalismo y la ideología liberal como modelo y opción para el futuro. Decenas de partidos socialistas y comunistas, así como organizaciones internacionales dejaron de existir y del horizonte afroasiático, desaparecieron las opciones de izquierda. Lo que fue un magno proyecto a escala mundial devino página vuelta.
Sin la Unión Soviética ni el Pacto de Varsovia y con Rusia en una crisis que parecía terminal, sin adversarios militares estratégicos y con la Unión Europea en plena consolidación y la globalización en marcha, cómodamente instalados en una situación de predominio, Estados Unidos y Europa se relajaron.
Mientras eso ocurría, China se concentró en sus reformas y en gestionar su impetuoso desarrollo realizado mediante la audaz apertura liderada por Deng Xiaoping quien obró el milagro de movilizar en favor del socialismo chino a los ciudadanos de ultramar y a firmas occidentales que aportaron capitales, tecnologías y procedimientos gerenciales. Cuando occidente creía estar colonizando a China, en realidad la estaba financiando.
Por otra parte, mediante maniobras y políticas coherentes, Vladimir Putin quien accedió al poder en 1999, neutralizó a unos oligarcas y pactó con otros, tejió alianzas y consolidó el frente interno. Administrando y utilizando racionalmente los recursos, allegó capital y relanzó un proyecto de país que, a algunos les parece la reconstrucción de un imperio.
Como antes había ocurrido con China, la apertura rusa atrajo a inversionistas occidentales que se beneficiaron con el progreso y la estabilidad de Rusia que comenzó a crecer, redujo gastos, reconstruyó las fuerzas armadas y la industria militar. El país que había conservado las ojivas y misiles nucleares y heredado el asiento como miembro permanente del Consejo de Seguridad, recobró el protagonismo internacional.
Al conservar el arsenal  nuclear y el asiento en el Consejo de Seguridad heredados de la Unión Soviética, aun sin ser tecnológicamente competitiva ni aspirar al liderazgo mundial, cosa para la cual carece de capacidad de convocatoria, Rusia recuperó parte de la influencia internacional que tuvo la Unión Soviética y reconstruyó algunas alianzas. La más decisiva es con China, encontrando en los BRICS interlocutores e interesantes opciones.
Por su parte, Estados Unidos un país extremadamente rico y poderoso, durante un siglo se desgastó entrometiendose e interviniendo en decenas de países para imponer al mundo sus códigos y enseñar a todos los países a gobernarse.
Al mismo tiempo tiene lugar una reducción relativa del liderazgo y del predominio político, procesos naturales en virtud de los cuales los demás países crecen, progresan y se tornan competitivos como ha ocurrido con China, Japón, la propia Rusia y otras 20 potencias emergentes, de hecho, el mundo depende cada vez menos de los Estados Unidos y resuelven con mayor independencia sus necesidades y realizan sus políticas.
Así llegó Trump al poder y con malos modales trata de corregir errores evidentes, entre ellos la guerra en Ucrania que pudo ser evitada. Era más fácil convencer a la OTAN, cuya comandancia militar ejerce y financia casi totalmente y neutralizar a Rusia que tratar de vencerla. Biden no supo utilizar las palancas de que disponía.
Trump lo intenta de otro modo y, con halagos y castigos trata de contemporizar con Rusia de modo que le queden las manos libres para emprenderlas con China. El resultado es que ahora, el otrora líder del mundo libre se encuentra confrontado con China y Rusia, distanciado de toda Europa, con muchas reservas mutuas con la OTAN, y empantanado en graves contradicciones con sus vecinos y socios México y Canadá. Estados Unidos puede quedarse solo.
Esta vez no es posible culpar a ningún enemigo externo, sino que tal vez, Estados Unidos, otrora brillante en todo, en los últimos tiempos no supo escoger sus batallas. Allá nos vemos

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