*La corte y el presidente
En su artículo III la Constitución de los Estados Unidos resuelve que: “Se depositará el poder judicial de los Estados Unidos en una Corte Suprema y en las Cortes inferiores que el Congreso instituya y establezca en lo sucesivo…”
La Corte Suprema de los Estados Unidos es un elemento clave de la democracia americana, pero no es la democracia americana, sino una evidencia de que ese estado social se alcanza mediante la combinación de pesos y contrapesos. El liberalismo necesita tantas dosis de autoritarismo como el socialismo las requiere de democracia y libertad. Los déficits o superávits alteran cualquier resultado.
En su filosofía, integración y funcionamiento la Suprema Corte de los Estados Unidos es más feudal que liberal. Se trata de una élite de nueve personas, designadas por el presidente que, sin embargo, no los puede remover y que ejercen su función de por vida y cuyas decisiones son inapelables.
La Corte no rinde cuentas y carece de contraparte. Tampoco está obligada a examinar todos los casos que se le presenten, ni tiene plazos prefijados para cumplir sus labores. Tiempos atrás únicamente los monarcas y los papas disfrutaban de tantas prerrogativas.
Con aciertos y desaciertos, la Corte Suprema ha funcionado establemente durante más de 200 años. Sus fallos constituyen precedentes que obligan a las demás cortes a respetarlas y anulan decisiones y pueden derogar leyes.
En el presente cuando, ante el ejercicio desmesurado de sus funciones y la pasividad del Congreso, sobre el poder judicial, especialmente sobre los jueces federales y la Corte Suprema recaen enormes responsabilidades, algunos observadores recuerdan que los 12 años de la presidencia de Roosevelt (electo en cuatro ocasiones) fueron momentos estelares y de gran actividad de la Corte Suprema, pulseando con el presidente por sus atrevidas decisiones asociadas al New Deal.
Cuando en 1933 Roosevelt asumió la presidencia, la mayoría de los jueces de diferentes instancias y de la Corte Suprema eran republicanos o conservadores, por lo general opuestos a las innovaciones implementadas por el presidente para impulsar el New Deal (Nuevo Trato). Entonces la augusta asamblea, estaba compuesta por nueve ancianos (la edad media era de 72 años)
En la actualidad, sólo tres jueces tienen más de 60 años. De ellos tres fueron nombrados por el presidente George W. Bush, dos por Barak Obama, tres por Donald Trump y una por Joe Biden. Ningún juez ha sido destituido nunca de su cargo. La Corte Suprema actúa como tribunal constitucional, habilitada para juzgar la constitucionalidad de las leyes y los actos de los poderes ejecutivo y legislativos federales y estatales.
El modo de funcionar del estado de los Estados Unidos, basado en la independencia de los poderes del estado (legislativo, ejecutivo y judicial), lo cual da lugar a frecuentes contradicciones lo que, en general, se considera positivo. Debido a esas prácticas, no es extraño la colisión del actual presidente Donald Trump con el poder Judicial, cosa que ya ocurrió otras veces.
El modo desordenado como el presidente Donald Trump ejerce sus funciones, la tendencia a la improvisación y las dudas sobre la justicia y constitucionalidad de algunas decisiones, en asuntos puntuales, puede colocar a la administración en ruta de colisión con el poder judicial y con la Corte Suprema. Ojalá la interacción de los pesos y contrapesos contribuyan al equilibrio. Allá nos vemos.