Primera parte
La II Guerra Mundial (1939-1945) fue la más brutal y perversa de las confrontaciones bélicas de todos los tiempos y las de mayores costos humanos y materiales porque, a sus mezquinos afanes de conquistas territoriales y saqueo de riquezas, sumó la ideología fascista, quintaesencia de la maldad.
El fascismo no es sólo una ideología política ultra reaccionaria, enemiga de la libertad y la democracia, sino una aberración de la condición humana que asume el racismo, la xenofobia y la exclusión del modo más extremista que pueda ser concebido, propugnando el exterminio de pueblos, culturas y sectores de la población completos, entre ellos los judíos y los eslavos fueron los más odiados.
Afortunadamente la humanidad aunó fuerzas suficientemente generosas para combatirlo. La II Guerra Mundial se libró casi toda en el extranjero. Así lo hicieron alrededor de 40 millones de militares soviéticos, norteamericanos, británicos, canadienses, australianos y de otras nacionalidades que generosamente lucharon y cayeron por la libertad en países donde no habían nacido.
Frente a ellos, otros millones de jóvenes alemanes, italianos, húngaros, búlgaros y otros, en calidad de invasores fueron enviados a morir por la peor de las causas. El fascismo, la más tóxica de las ideologías, bajo diferentes disfraces, revive donde quiera que el poder político conculca derechos, oprime y priva a las personas de sus derechos y sus libertades.
Los principales estadistas, líderes de aquella colosal batalla fueron: Franklin D. Roosevelt, presidente de los Estados Unidos, Iósiv Stalin, líder de la Unión Soviética, Winston Churchill, primer ministro de Gran Bretaña y Chiang Kai-shek presidente de la República China.
La II Guerra Mundial fue una guerra de coaliciones. De una parte, los Aliados, expresión utilizada para nombrar a los países que se sumaron a la lucha antifascista en los campos de batalla o en otros ámbitos. Totalizaron unos 50 países. Los estados del Eje fascista, Berlín-Roma-Tokio fueron: Hungría, Rumania, Bulgaria, Eslovaquia y Croacia. En total 8 países europeos y uno asiático.
La alianza fascista se gestó formalmente cuando, en 1936 Alemania, Italia y Japón concertaron sus acciones políticas agresivas para formar el Eje Roma-Berlín-Tokio. En ese proceso sellaron el Pacto Anti-Comintern, el 22 de mayo de 1939 el “Pacto de Acero” y el 1º de septiembre, con la invasión de Alemania a Polonia, desencadenaron la II Guerra Mundial.
Aquel año las fuerzas antifascistas fueron sorprendidas por la firma de un pacto de amistad y no agresión entre Alemania y la Unión Soviética conocido como Pacto Ribbentrop-Mólotov que comprometió a la Unión Soviética sin protegerla. El 22 de junio de 1941 Alemania invadió a la URSS que convocó a sus pueblos a la Gran Guerra Patria, con lo cual la II Guerra Mundial, la más colosal batalla de todos los tiempos por la independencia y la libertad quedó completamente configurada.
Debido a su carácter defensivo, la coalición de los Aliados se estructuró más tarde. En 1941 el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill, suscribieron la Carta del Atlántico que sirvió de base política para la formación de la alianza antifascista. En 1942 se unieron otros 15 países, incluida la Unión Soviética y en el curso de la guerra se sumaron otros 20 estados.
En virtud de un acuerdo previo, la invasión de Alemania a Polonia precipitó la entrada en la guerra del Reino Unido y Francia. Aunque Roosevelt era un antifascista convencido y el compromiso de Estados Unidos con Inglaterra era férreo, no podía acudir en su ayuda porque, involucrarse en una guerra o proveer de armas a un país beligerante estaba expresamente prohibido por las leyes de neutralidad.
Las leyes de neutralidad fueron aprobadas tras la Primera Guerra Mundial, una guerra europea en la cual Estados Unidos sufrió más de 100.000 bajas, entre ellos más de 50.000 muertos. Tales leyes datan de 1935, 1936, 1937 y 1939. Aunque impedido de actuar en el plano militar, Roosevelt declaró que Estados Unidos sería “El arsenal de la democracia”.
En la época, Roosevelt encontró un resquicio jurídico para proveer de material militar a Inglaterra, la Unión Soviética, China y la resistencia europea porque, si bien las leyes de neutralidad prohibían la venta de armas y pertrechos, no impedían el arriendo ni el préstamo. Así promovió la Ley de Préstamos y Arriendos.
La ley de Préstamos y Arriendo (1940) facilitó la ayuda masiva con material militar a Inglaterra, la Unión Soviética, China y la resistencia en los países ocupados de Europa. Aquel esfuerzo dio lugar a la Batalla del Atlántico, un extraordinario evento naval de la II Guerra Mundial en el cual la participación de Inglaterra fue decisiva.
Sorpresivamente, sin declaración de guerra, el 7 de diciembre de 1941 una poderosa armada japonesa integrada por submarinos y portaviones, atacó la base aérea y naval estadounidense de Pearl Harbor, Hawái, hundiendo ocho grandes buques, poniendo fuera de combate 200 aviones, ocasionando unas 3000 bajas. Según un comentarista de la época, “Japón despertó a un gigante dormido”
El día después, Estados Unidos declaró la guerra a Japón y en virtud de un pacto entre ellos, Alemania entró oficialmente en guerra contra Estados Unidos que quedó automáticamente liberado de las limitaciones impuestas por las leyes de neutralidad. Así se desató el capítulo de la participación oficial y completa de Estados Unidos y la guerra en el Océano Pacifico en la II Guerra Mundial.
Franklin D. Roosevelt (1882), 32º presidente de los Estados Unidos, único relecto en tres ocasiones por lo cual gobernó durante 12 años (1933-1945). Físicamente el más débil de los mandatarios estadounidenses que, sin embargo, ejerció un largo y brillante liderazgo nacional capaz de lidiar con la crisis económica y la Gran Depresión de los años treinta y construir la alianza antifascista que, en términos estratégicos, condujo la II Guerra Mundial.
A él se debe la movilización internacionalista de la juventud norteamericana que, en número de millones, a lo largo de años se movilizó para combatir fuera de su país, principalmente en los teatros de operaciones del Pacífico y Europa occidental, así como condujo la transición de la poderosa economía estadounidense a las exigencias de tiempo de guerra.
Hijo de una aristocrática y adinerada familia de Nueva York, educado en Harvard, Roosevelt que se comunicaba en alemán y francés, se formó en la política como Senador estatal en 1910, secretario de marina entre 1913 y 1917. En 1918 conoció a Winston Churchill
En 1921, contrajo poliomielitis que paralizó sus piernas. No obstante, fue electo gobernador de Nueva York y en las elecciones de 1932 presidente de los Estados Unidos, victoria que repetiría en 1936, 1940 y 1944. En esa condición, realizando enormes sacrificios físicos dadas sus condiciones de salud, logró la unidad de las fuerzas antifascistas de todo el mundo y junto con Stalin y Churchill condujeron a la humanidad a la victoria que no pudo disfrutar por fallecer en abril de 1945.
Súbdito del Imperio Ruso, de orígenes extremadamente humildes, tanto que sus antepasados fueron siervos. Con una intensa y difícil trayectoria política, Iósiv Stalin condujo a la Unión Soviética durante treinta años.
Combatió contra el régimen zarista por lo cual sufrió cárcel y destierro, hasta el triunfo de la Revolución Bolchevique. Enfrentó la contrarrevolución interna y participó en una larga y tenaz guerra civil. A la muerte de Lenin, asumió las riendas del país y lo condujo en la difícil tarea de construir el socialismo en lo que había sido el inmenso imperio de los zares. Una vez desatada la agresión nazi, encabezó la colosal batalla hasta la victoria en la Gran Guerra Patria, realizando los mayores aportes en la II Guerra Mundial que, junto con Roosevelt y Churchill encabezaron desde el primero hasta el último día.
Winston Spencer, o simplemente Churchill, fue otro de los grandes conductores de la lucha contra el fascismo, esta vez con la condición de líder de Inglaterra, uno de los pocos países pequeños que han sido también grandes potencias y cuyo espíritu de lucha y capacidad de sacrificio inspiró la resistencia europea contra la Alemania nazi.
Aristócrata, de mentalidad imperial y colonial, también liberal y raigalmente anticomunista, Primer Lord del Almirantazgo británico, autor de la expresión “Cortina de hierro”, padre de la Guerra Fría, pintor y premio Nobel de Literatura, como Roosevelt y Stalin trascendió arraigados prejuicios ideológicos, para unir fuerzas en la confrontación contra el fascismo. En mayo de 1940, fue elegido primer ministro, dirigió a su país y participó en los trabajos de los Tres Grandes durante toda la guerra.
El menos loado de los líderes de la coalición antifascista en la II Guerra Mundial fue Chiang Kai-shek, presidente y/o primer ministro de la República China, o como también se le conoció, China Nacionalista, durante la guerra, se integró a los Tres Grandes participando en lo que le correspondía en la dirección de la contienda.
No sólo se ha ignorado el papel de Chiang Kai-shek, sino que se ha disminuido el de China que, como otros países (España, Abisinia, Finlandia, los países Bálticos y la propia Polonia), comenzaron a sentir las consecuencias de la II Guerra Mundial antes de que esta se iniciara oficialmente en 1939.
El Frente de China fue abierto desde 1931, antes de iniciarse la II Guerra Mundial en Europa, con la invasión de Manchuria donde se estableció un estado títere y artificial denominado Manchuko, por el Imperio Japonés. De hecho, China inició la guerra contra Japón antes de que lo hicieran Estados Unidos y la Unión Soviética que en 1939 firmó un pacto de no agresión con Japón.
Cuando finalmente, en 1941 Japón atacó a Estados Unidos en Pearl Harbor y la potencia norteamericana le declaró la guerra, fue reconocido el papel de China en la lucha contra la potencia asiática y su líder Chiang Kai-shek invitado a participar en las reuniones con los Tres Grandes, procesos que con el tiempo llevarían a China a ser fundadora de las Naciones Unidas y miembro permanente de su Consejo de Seguridad. Según estimados, China perdió más de tres millones de combatientes en la guerra con Japón y entre 10 y 15 millones de civiles.
La guerra duró seis años, en los cuales 80 millones de personas vivieron bajo la ocupación nazi, ocasionó alrededor de 200 millones de víctimas, de ellos más de 50 millones de muertos, involucró a países de todos los continentes y consumió riquezas estimadas en 30 billones de dólares.
Segunda Parte
80 aniversario de la victoria sobre el fascismo (2)
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La solución final
A las conquistas, las anexiones, saqueo de recursos y la imposición de sistemas políticos comunes a las guerras, Adolf Hitler incorporó la judeofobia y el antisemitismo a niveles increíblemente degenerados y en una escala total lo cual, en la mentalidad fascista, justificó el holocausto y la “Solución final” por vía del exterminio.
El antisemitismo no es una invención nazi, sino una deformación ligada a complejos procesos asociados a los orígenes del cristianismo, que arraigó en Europa donde se relacionó con el rechazo y la discriminación al pueblo judío por sus estilos de vida, cultura y sus maneras de vivir la fe. Se trata de una forma de racismo primitiva surgida hace unos dos mil años.
Como todos los prejuicios, aquellos que aluden a los judíos se alimentan de fábulas, exageraciones y estereotipos reciclados una y otra vez en función de intereses, envidia, oportunismo y otros de naturaleza mundana que, en ocasiones, por ignorancia o mala fe, se atribuyen a designios de Dios. Aunque es un fenómeno posterior y no exclusivamente vinculado a los judíos, el antisemitismo los alude y resume toda esa problemática.
La peor de las acusaciones contra los judíos se relacionó con la muerte de Jesucristo, sucesos ocurridos en Jerusalén en torno a los cuales las jerarquías judías de la ciudad y el gobernador romano desempeñaron roles. Al respecto se han tejido manipulaciones y leyendas que implicaron al pueblo judío y que, finalmente han sido esclarecidas y zanjadas.
En 1965, dos mil años después de aquellos hechos, el Concilio Vaticano II tras exhaustivas investigaciones y reflexiones jurídicas, teológicas e históricas, rechazó la acusación de que los judíos, en tanto que pueblo, tuvieran que ver con el hecho, reconoció la legitimidad del judaísmo y condenó el antisemitismo. Más tarde, con su firma, el papa Benedicto XVI, exoneró a los encartados de tales acusaciones.
Asumido como bandera y como causa, el antisemitismo fue utilizado por los nazis como justificación para el exterminio de pueblos distintos a los de la llamada raza aria, lo cual dio lugar al holocausto que, dicho sea de paso, no incluyó sólo a los judíos.
Holocausto es un antiquísimo término que ha quedado para designar la política de exterminio nazi asociada la Solución Final. Al respecto han existido objeciones de tipo conceptual debido a la connotación bíblica del término asociado a sacrificio y a algún ritual. Hay también negacionistas que rechazan no sólo del término sino del fenómeno mismo. Esta corriente cuestiona también la cifra de seis millones de judíos asesinados y, en esencia trata de exonerar a los nazis.
La solución final fue un complejo, detallado y macabro plan para el exterminio del pueblo judío, convertida en política de estado que comenzó a practicarse alrededor de 1939 y se hizo extensiva a eslavos, gitanos, discapacitados y enfermos terminales, testigos de Jehová, homosexuales y otras minorías.
Con ese fin, en todos los países de Europa ocupados por los nazis se establecieron campos de exterminio, de los cuales, Auschwitz, el más emblemático se inauguró en 1940. Allí comenzó a emplearse el gas “Ziklon” una herramienta de alta tecnología al servicio de la eliminación física en fábricas de muerte. Desde esa fecha se obligó a los judíos a vivir en ghettos
A partir de1943, ante el avance soviético y aliado, los nazis comenzaron a destruir los campos de concentración tratando de borrar las huellas de la barbarie. No obstante, en octubre de 1944 llegó a Auschwitz, el último convoy ferroviario con desdichados para ser ejecutados.
Una vez revelados los horrores del nazismo contra los pueblos en los países ocupados, así como el ensañamiento con los judíos, se instaló un sentimiento de compasión y solidaridad hacia ellos que, mediado por enormes manipulaciones políticas, condujo al establecimiento del estado de Israel en Palestina, cuyas políticas no han favorecido la convivencia de los pueblos de la región con los judíos, sino todo lo contrario.
La codicia por territorios manifestada por las autoridades de Israel, el desconocimiento de los derechos de los habitantes de Palestina que profesan otra fe ha conducido a un clima de hostilidad que se alimenta de incomprensiones e injusticias.
La democratización de Israel, de Palestina, Irán y todo Oriente Medio, el buen gobierno y el establecimiento de climas de tolerancia mutua entre judíos, árabes y persas, musulmanes y cristianos y personas de todas las etnias y credos, es el camino hacia la paz que, además necesita de la justicia social y el cese de la intromisión extranjera.
A ochenta años del holocausto, es hora de dar un chance a la racionalidad.
3ra Parte
80º aniversario de la victoria sobre el fascismo
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La Resistencia
Durante la II Guerra Mundial unos 30 países y territorios en los cuales moraban alrededor de 80 millones de personas fueron ocupados por Alemania, algunos como la Unión Soviética lo fueron parcialmente y otros porque sus gobiernos colaboracionistas se plegaron a los nazis. En unos más que en otros, la resistencia fue heroica e intensa y brutal la represión.
Resistir al invasor es un acto de sacrificio que a los ocupantes y a los neutrales les parece absurdo porque muchas veces conlleva a la inmolación consciente de quienes la ejercitan. Todos los protagonistas, humildes hombres y mujeres del pueblo y jóvenes, carentes de fuerzas y recursos para derrotar a invasores y ocupantes, se movilizan espontáneamente y ninguno ceja en el empeño.
La resistencia frente a los nazis, como en todas partes y contra cualquier ocupante, no es un hecho político ni tiene carácter clasista, sino que se trata de conciencia nacional y repudio a los invasores.
Así ocurrió en Numancia antes de Jesucristo frente a los invasores romanos y en Tenochtitlan cuando Cuauhtémoc encabezó a los mexicas hasta ser vencidos por el número y la fuerza de los ocupantes y los conversos que los apoyaron. Se manifestó con fuerza ejemplar con la indiada que siguió a Tupac Amaru hasta que fue descuartizado en el Cusco y en Chapultepec donde niños héroes, frente al asedio gringo, con el sacrificio de sus vidas, construyeron un legado ejemplar
Ya fueran en Numancia, Tenochtitlan o la fortaleza de Brest donde se libró la primera batalla de la Guerra Patria, así como en cientos de ciudades y aldeas de Europa y la Unión Soviética y miles de rincones donde la resistencia integrada por los hijos más resueltos y comprometidos, ejercieron la resistencia para debilitar a los invasores, desmoralizarlos y probarles que su conquista no sería definitiva.
Doblegar a un país y ocupar su territorio, incluso obligarlo a pactar y a entregar su riqueza y su tierra, mediante la fuerza y la complicidad de aliados poderosos y esquiroles que nunca faltan, es una cosa y doblegarlo, otra. La resistencia es el mensaje al ocupante de que no debe esperar la sumisión.
Raras veces la resistencia gana, pero siempre levanta paradigmas que sobreviven a los invasores. Así les ha ocurrido a los fascistas que apelando a la fuerza bruta ocuparon casi toda Europa y parte de la Unión Soviética y de China, aplastaron la resistencia y sometieron a sus ciudades y aldeas, pero no pudieron prevalecer porque no lo quieren Dios ni los hombres y porque aceptar el sometimiento va contra la condición humana.
La resistencia a la ocupación nazi es de los más heroicos y conmovedores capítulos de la II Guerra Mundial porque quienes la asumieron en la parte de la Unión Soviética ocupada, en Francia, Noruega, Bulgaria, Checoslovaquia y otros lugares emblemáticos, lucharon y murieron porque ante la alternativa de rendirse al invasor, resistir era su destino.
¡Muerte al invasor! ¡No pasarán! Son las consignas nacionales más legítimas y eternas. No hay invasores buenos y colaborar con ellos es siempre infame y siempre abyecto.
Cuando en Kiev y Moscú, una conquistada por los nazis en la II Guerra Mundial y la otra imbatible frente a Napoleón y Hitler, cada una a su manera y con arreglo a sus circunstancias, con sentido del momento histórico, celebren el 80 Aniversario de la Victoria sobre el fascismo, seguramente se recordará a quienes resistieron y muchas veces se inmolaron porque era su destino.
Quienes vencieron fueron los enormes contingentes formados por millones de jóvenes soviéticos, estadounidenses, británicos, canadienses, australianos y de otras 15 naciones, incluidos brasileños, mexicanos y puertorriqueños, así como súbditos de las colonias afroasiáticas.
En total fueron unos 40 millones de militares quienes, en magnífica ofrenda, combatieron, cayeron y vencieron a los nazis en la liberación de países de tres continentes en los cuales no habían nacido. Luego les cuento más. Allá nos vemos.
Cuarta Parte
80º Aniversario de la victoria sobre el fascismo
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¿Quién ganó la II Guerra mundial?
Jorge Gómez Barata
Al aspavientar acerca de la fecha de celebración de la victoria sobre el fascismo en la II Guerra Mundial, el presidente Donald Trump activó la alarma de incendio…donde no había ningún fuego.
La verdad es que, aunque durante la Guerra Fría, hubo fuerzas políticas y mala prensa que atizaron un debate tóxico sobre el ganador de la II Guerra Mundial, no conozco que, al respecto haya existido un diferendo oficial entre los gobiernos de Estados Unidos y la ex Unión Soviética sobre hechos ocurridos hace 80 años cuando eran aliados y formaron parte de un intenso proceso plagado de urgencias y peligros que, en esencia fue fraternal.
La II Guerra Mundial se desplegó en seis escenarios principales, los cuales eran enormes y estratégicamente decisivos: Europa Occidental y Oriental, la Unión Soviética, Asía, especialmente Japón y China, así como África del Norte, y la guerra en el mar, conocida como “Batalla del Atlántico” En cada los líderes políticos y comandantes militares actuaron independientes y, aunque circunstancialmente intercambian algunas ideas sobre asuntos estratégicos, ejercían sus funciones con total independencia.
Contrario a lo que, de mala fe suele decirse, durante la guerra las relaciones entre aquellos líderes y comandantes, a pesar de enormes diferencias ideológicas y políticas y los puntos de vista diferentes respecto a algunas operaciones, no hubo entre ellos enemistad alguna.
Roosevelt que en 1933 reconoció a la Unión Soviética, en los años cuarenta concibió y lideró la coalición aliada e invitó a la URSS a formar parte de la misma, fue siempre respetado por Stalin, Churchill y Chiang Kai-shek, cosa que en público y privado el presidente norteamericano reciprocó, de hecho, en las fotos y actos protocolares, aparece como centro. En la correspondencia consta que Roosevelt trataba a Stalin de: “Querido señor Stalin”, y se conoce que, en encuestas realizadas en Estados Unidos al finalizar la guerra, Stalin era extraordinariamente popular.
Concluida la guerra, mientras reinó la armonía, todos cumplieron escrupulosamente los compromisos asumidos en las conferencias de Yalta y Postdam y enviaron a sus representantes a las conferencias de Breton-Woods y San Francisco donde contribuyeron a fundar la ONU y elaborar consensos para la gobernanza mundial.
En los últimos tiempos, Gorbachov, Yeltsin y Putin han reconocido el aporte de occidente en la II Guerra Mundial, cosa que también han hecho los líderes occidentales, especialmente los de Estados Unidos respecto al papel de la URSS en la contienda.
A la pregunta de: ¿Quién ganó la II Guerra mundial?, yo respondo: ¡Ambos!, cosa que hago porque conozco que la victoria, al igual que la guerra no fueron hechos aislados, sino procesos de dimensiones y complejidades enormes que involucraron a 60 países de tres continentes y cientos de locaciones, algunas enormes, en las cuales, los comandantes en operaciones, adoptaron miríadas de decisiones.
Al final de la guerra ello se manifestó en la necesidad de aceptar la rendición de fuerzas alemanas en diferentes regiones y países, lo cual dio lugar a superposiciones y confusiones que se magnifican y dañan cuando, de mala fe, se manipulan.
La verdad la cuento yo
La situación apuntada se acrecentó en Europa, no así en el Pacífico ni en China, por el hecho de que los líderes políticos que conducían la guerra, Roosevelt, Stalin y Churchill, acordaron la apertura del II Frente en el occidente de Europa. El lugar seleccionado fue Francia porque era asequible a un desembarco naval y aerotransportado desde Inglaterra y abría rutas terrestres por Europa occidental hasta Alemania.
Entre tanto, las tropas soviéticas, después de liberar a su inmenso país y literalmente partirle la columna vertebral a Alemania, sin todavía derrotarla completamente, avanzaron por Europa Oriental, hasta llegar a Berlín e iniciar el asalto cosa que ocurrió el 16 de abril y concluyó el 2 de mayo.
La rendición de Alemania y la victoria
Por esa fecha, cuando las tropas nazis agonizaban y daban patadas de ahogados, el 30 de abril Hitler se suicidó y dejó en su cargo, en calidad de sucesor, al almirante, Karl Donitz que, en aquel momento no estaba en Berlín y se enteró por telégrafo.
Sin sede ni cuartel general, el gobierno alemán se estableció allí donde estuviera Donitz que fue la ciudad de Flensburgo. Por lo cual al gobierno se le llamó “Gobierno de Flensburgo” que, dicho sea de paso, nadie reconoció, especialmente no lo hicieron soviéticos ni norteamericanos que, no obstante, asumieron al almirante Karl Donitz como interlocutor para ulteriores gestiones porque alguien tenía que ser.
A partir de ese minuto comenzó una cascada de rendiciones locales en Europa, primero fueron países, Italia y Francia y otros, y luego los comandantes en operaciones. No necesito decir que allí donde los alemanes levantaban bandera blanca, se festejaba porque para las tropas y los lugareños, la guerra terminaba. Con frecuencia se levantaban actas.
Ante lo que he mencionado como una “cascada de rendiciones”, se crearon confusiones enormes porque la espuria dirección alemana, favorecía las rendiciones de sus fuerzas ante los aliados en occidente, mientras instaban a las fuerzas en los frentes orientales a seguir combatiendo contra los soviéticos.
En esta caótica situación, el general Dwight Eisenhower determinó que no se concertaran más rendiciones parciales, ordenando que el gobierno de Dönitz enviara representantes al Cuartel General Supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada para acordar los términos de una rendición general de todas las fuerzas alemanas ante todas las potencias aliadas, incluyendo a los soviéticos. Eisenhower no tuvo la intención de excluir o suplantar a los soviéticos, sino de poner orden.
El 6 de mayo, el representante de Dönitz le informó que Eisenhower insistía en una rendición inmediata, simultánea e incondicional en todos los frentes» (Obsérvese que se trata de unidades en combate y no del estado alemán NDA). Así el general Alfred Jodl fue enviado a Reims para intentar persuadir a Eisenhower que, no solo mantuvo su decisión, sino que anunció que de no haber una capitulación completa, reanudaría la ofensiva contra las posiciones de los alemanes. Ante la advertencia, Donitz, respondió autorizándolo a firmar el instrumento de rendición incondicional que Eisenhower le pusiera delante.
Obviamente, Eisenhower se refería al área en la cual actuaban las tropas bajo su mando porque naturalmente no podía hacerlo en los frente y países donde operaban las tropas soviéticas. Entre otras cosas porque las distancias eran inmensas, los horarios diferentes y las situaciones específicas muy distintas. En todos los casos eran comandantes que se respetaban mutuamente. Por añadidura, nunca en toda la II Guerra Mundial hubo un mando unificado.
Seguramente, en aquellos días, en las operaciones concretas, en sus frentes respectivos, Stalin, Zhúkov y todos los comandantes soviéticos deben haber enfrentado problemas análogos y adoptado disposiciones semejantes. No obstante, la toma de Berlín, la rendición incondicional del estado alemán y todas sus fuerzas, y la victoria completa sobre el fascismo eran otra cosa. Luego les cuento porque ahora se termina el espacio. Allá nos vemos.