La gente común también es importante

Traducido desde el más allá por Max Lesnik

Sin pretender enmendarle la plana al Doctor Francisco Durán García para quien tengo el mayor  respeto…

 

 

No sé si será una herencia del capitalismo de la Cuba de ayer o simplemente que a nadie en la dirección política de la isla se le habrá ocurrido pensar que es absurdo que en una Revolución social de la trascendencia de la cubana todavía haya gente de “primera” y gente  de “segunda” como es del caso señalar en lo referente a las defunciones  de personas, puesto que cuando se trata de una figura pública, ya sea un “cuadro” político, un dirigente de primera línea, un artista reconocido, un  intelectual meritorio  o  un deportista popular, su nombre, en caso de su fallecimiento  siempre aparece los  medios  de comunicación social, mientras que las personas del común solo aparecen sus nombres en la prensa cuando mueren en un grave accidente  de tránsito,  ya sea cuando se vuelca un automóvil o choca un ómnibus con un tren.

 Dicho esto, sin “animus Jodiendi”, como diría un colega periodista amante del mundo romano del Siglo Primero Antes de Cristo, pero expresado con la mejor intención, puesto que solo quiero sugerir algo que estoy seguro es compartido por un bien número de compatriotas de la isla siguiendo esa sentencia sabia de Fidel, cuando dijo que “había que cambiar todo lo que debía ser cambiado”, eslogan ahora tan publicitado por la radio y la televisión cubana.

Sin pretender enmendarle la plana al Doctor Francisco Durán García para quien tengo el mayor  respeto por sus dotes científicas y profunda cubanía, estoy simplemente sugiriendo que cuando ofrezca su parte médico de las nueve de la mañana por  la televisión cubana, informando sobre la situación de la terrible pandemia del “Covid 19” que azota  a Cuba  y al resto del  mundo, al momento de expresar su condolencia por  el  fallecimiento  de algún compatriota, además de detallar prolijamente  las circunstancias de la enfermedad  que le provocara  la  muerte, también se consigne su nombre  y apellidos, algo que sería  de agradecer por  amigos  y familiares del difunto.

Es más que probable que la decisión de no publicar los nombres de las víctimas de la mortal epidemia no ha sido del doctor Durán, sino más bien de otras instancias del Ministerio de Salud Pública, atendiendo al respeto debido a la privacidad   familiar. Sin embargo, creo que, de ser consultados los familiares de los fallecidos, estos en su inmensa mayoría darían su agradecido consentimiento.

Es mi opinión que “revolucionariamente” hablando no hay razón alguna que explique tal incongruencia, digo yo.  Y ahí se las dejo y los pongo a pensar.

Y hasta la próxima entrega de El Duende que con mi gallo me voy cantando a mi tumba fría. Bambarambay.

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