Israel-Irán. Llegó la guerra. ¿Qué sigue?. El domo de granito

No dejaré de insistir en algo de lo cual Nelson Mandela no tuvo que ser convencido: Las armas nucleares lejos de proveer seguridad aportan riesgos. Según cuentan el líder sudafricano heredó varias bombas atómicas y ordenó prescindir de ellas; también lo hicieron los gobernantes de Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán que, actuando de buena fe, cedieron a Rusia los arsenales nucleares legados por la Unión Soviética. Lamentablemente todavía hay países que apuestan por el riesgo.

Junto a la angustia por el sufrimiento humano que genera el brutal enfrentamiento que a distancia y sin motivos sostienen Israel e Irán, y la certidumbre de que ninguno ganará porque las guerras no se ganan en el mar, el cielo o el espacio, sino en tierra y no hay manera de que las tropas de uno puedan llegar a territorios del otro debido a que los separan 1500 km.,  ocupados por otros estados.

Días después del bombardeo a Hiroshima en 1945 cuando se conocieron las primeras fotografías y los primeros datos del evento, a pesar de que entonces no existía televisión, la sociedad estadounidense, incluidas sus élites políticas, económicas y militares, quedaron espantadas, principalmente porque a ellos podía ocurrirles lo mismo. La presunción se transformó en certeza cuando en 1949, la Unión Soviética realizó su primera prueba nuclear.
De aquellas certidumbres emana la lógica de la no proliferación en la cual trabajaron los Estados Unidos y la Unión Soviética que tuvieron ocasión de lamentar las excepciones realizadas cuando, en 1961 el Pentágono emplazó misiles nucleares de alcance medio en Turkiye y en 1962 la URSS lo hizo en Cuba, decisiones que dieron lugar a la Crisis de los Misiles en 1962.
La paradoja del letal conflicto entre Israel e Irán es que el programa nuclear iraní comenzó a desarrollarse en los años cincuenta del siglo XX durante el régimen del último sha, Mohammad Reza Pehlevi, bajo los auspicios de los Estados Unidos que, en la administración de Dwight Eisenhower (1953-1961) desplegó el Programa Átomos para la Paz mediante el cual se entregó a Irán su primer reactor y las primeras cantidades de uranio.
En 1967 Estados Unidos suministró a Irán su primer reactor de investigación y combustible nuclear y en los años setenta, el estado persa  suscribió contratos multimillonarios con firmas de Estados Unidos, Francia, Alemania, Namibia y Sudáfrica y otros países para fabricar unos 20 reactores y una instalación para el enriquecimiento de uranio, otra para el reprocesamiento del combustible utilizado.
Entonces Irán, como casi todos los países del mundo, se atuvo a las normas nucleares internacionales y en 1979 su parlamento ratificó el Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP)
A partir de 1979, el programa nuclear se ralentizó debido, entre otros factores a las dinámicas y las tensiones internas y externas derivadas de la llamada revolución que llevó al poder a la jerarquía islámica chiita y provocó una aguda y, hasta hoy, insalvable contradicción con occidente y Estados Unidos, debido al apoyo que antes y después del derrocamiento prestaron al sha. Más tarde la guerra contra Irak prolongada por ocho años (1990-1998) virtualmente paralizó el programa nuclear.
Al margen de los antecedentes, el vía crucis atómico de Irán, que ha conducido a la tragedia que hoy se vive, comenzó alrededor de 2002 cuando adversarios de Irán denunciaron la existencia de instalaciones nucleares secretas para el enriquecimiento de uranio. Esta revelación desencadenó la crisis nuclear que aún continúa.
Después de décadas de sanciones económicas y amenazas militares principalmente por parte de Israel y Estados Unidos, marchas y contramarchas de Irán cuya economía se resintió, no solo por las sanciones, sino también por el esfuerzo nuclear hasta que, en 2013, el presidente, Hasán Rohaní, aceptó negociar su plan nuclear de modo que excluyera las facilidades para crear la bomba atómica. Así en 2015 se llegó al Plan Integral de Acción Conjunta (PAIC), firmado con Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, Rusia, China y Alemania.
Según lo verificado, Irán redujo sus reservas de uranio enriquecido en un 98%, desmanteló miles de centrifugadoras y aceptó inspecciones; en respuestas se levantaron algunas sanciones económicas internacionales. Las cosas funcionaban hasta que, en 2018, Donald Trump retiró unilateralmente a Estados Unidos del acuerdo por considerarlo deficiente.
Entonces el presidente pasó por alto que es preferible un mal acuerdo que podía ser perfeccionado que un caos.
Las consecuencias de unos y otros hechos están a la vista. Llegó la guerra que hace imposible el diálogo. ¿Qué sigue ahora? Obviamente es preciso buscar la paz que otra vez se hará esquiva y difícil y otra vez los protagonistas tendrán ocasión de corroborar que, hubiera sido mejor no comenzar. Allá nos vemos.

El domo de granito

Estados Unidos amenaza Irán de dos maneras: entregando a Israel armas que hasta ahora le había negado y, lo más decisivo, interviniendo directamente. Ambas amenazas son creíbles. De momento el nudo gordiano es saber si operará contra Fordow.

Asistido por el Consejo Nacional de Seguridad y tomándose el tiempo necesario, el  presidente Donald Trump realiza la apreciación de la situación y anuncia que en breve tomará una decisión respecto a la posibilidad de implicar a Estados Unidos en un conflicto cuya duración no puede predecir, pero pudiera rebasar los tres años y medio que restan del mandato presidencial.

Según trascendidos Trump dio prioridad a tratar de responder la pregunta de si las bombas GBU-57/B (de Penetración Masiva), serían capaces de pulverizar las instalaciones de Fordow. Asumiendo que la decisión será apoyar a Israel para acabar con lo que alguna vez fue el programa nuclear iraní, destruir Fordow es crucial.

A 90 kilómetros de Teherán y a unos tres de Qom, ciudad sagrada chiita, en las entrañas de una montaña de granito compactado a lo largo de la historia geológica de la Tierra, se excavó hasta 60-70 metros para crear las facilidades del complejo atómico, Fordow Fuel Enrichment Planto: FFEP).

Se trata de una “Joya de la corona” de las infraestructuras nucleares de Irán constituida por túneles, salas de trabajo, almacenes, y áreas de descanso, bajo un blindaje geológico de roca reforzadas con hormigón y acero que la hace inmune a los bombardeos convencionales.
Cuando en 2009 Irán reconoció la existencia de la instalación, las cinco potencias nucleares lo condenaron por construir un dispositivo “Incompatible con cualquier actividad nuclear civil”. En 2015 al adoptarse el acuerdo 5+1 el complejo debió dejar de enriquecer uranio y de almacenarlo durante los próximos 15 años, autorizándole a hacerlo con centrífugas de bajo rendimiento para la producción de radioisótopos de uso médico, agrícola, industrial y científico. Según lo acordado en Fordow no puede haber material fisible.
Además de la protección que ofrecen la profundidad, la cobertura de rocas y las estructuras de acero y hormigón, desde los accesos lejanos, el sitio está protegido por varios anillos antiaéreos formados por misiles S-300 y otros medios para batir aviones a todas las alturas.
La GBU-57/B (Jasive Ordenante Penetrator) o Penetrador de municiones masivo, llamada “rompe-búnkeres” que sólo posee Estados Unidos y de las cuales se han fabricado 20 a un costo de unos 17 millones de dólares, es la única arma no atómica capaz de devolver a Fordow su condición pétrea.
Entre sus prestaciones figuran: alta precisión y penetración de hasta 60-80 metros. Peso de 30 000 libras. Las existencias pueden constar hasta de 50 bombas. Una de sus características es que no explota hasta haber alcanzado el máximo de penetración.
Una condición es que tal engendro sólo puede ser operado desde el avión B-2 Spirit  que sólo Estados Unidos posee. El B-2 Spirit  está diseñado con la forma de un ala, con todo el fuselaje recubierto de materiales que lo hacen invisible a los radares más eficaces y cuenta con capacidad para vuelos a diferentes alturas.
Con 52 metros de envergadura, autonomía de 9.650 km sin repostar y capacidad de carga de 20 toneladas. Opera desde bases como Whiteman, Fairford o Diego García, ubicaciones desde las que podría alcanzar Irán. De ellos, en servicio sólo existen 19 unidades.
El blanco, la bomba y el avión forman una triada que puede cambiar el sentido de la guerra. Si llegara el caso de que Irán ya no tenga un programa nuclear por el cual luchar, tendrá otros motivos, por lo cual hacerlo. Mejor no someterlo a prueba. El pueblo persa tiene más de mil años de historia y dos armas secretas, Luego les cuento de ellas, Alla nos vemos.

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