Importados y deportados

En el mundo hay dos países cuyas capitales llevan nombres de presidentes norteamericanos, Washington en los Estados Unidos es una, Liberia en África que tiene como capital a Monrovia en homenaje al presidente James Monroe es la otra.
En 1619, llegaron a Virginia que luego formaría parte de los Estados Unidos unos 20 africanos. Así comenzó el capítulo norteamericano de la trata y la esclavitud que, en el Nuevo Mundo involucró a cerca de 20 millones de esclavos que, con sus descendientes, a lo largo de cinco siglos, pueden haber llegado a 100 millones.
Las proporciones de la trata de esclavos y la esclavitud son, como mínimo diez veces mayor que el holocausto judío, pero en lugar de realizarse en diez años, ocurrió en cinco siglos. No fue amparada por degenerados nazis, sino por respetables coronas europeas y en una época por el papado.
Hasta donde me alcanza la visión, en América sólo en Estados Unidos, después de la independencia los gobiernos y las instituciones liberales, convivieron con la esclavitud y además lo hicieron por alrededor de 100 años.
Se trata de la mayor emigración forzada en la historia y del mayor crimen contra la humanidad y, respecto al cual, no hubo castigo, reparación y se escamotea hasta una humilde disculpa.
En los años veinte del siglo XIX, mediante una operación parecida a la trata, aunque de signo inverso, generada por norteamericanos, varios miles de negros de Estados Unidos, esclavos unos y libertos otros, desandaron el camino para viajar a África donde, en tierras compradas o tramitadas, fueron parte de la fundación, primero de la colonia y luego de la República de Liberia, hoy un estado africano merecedor del mayor respeto.
Durante las primeras décadas de su infortunio los jóvenes  africanos  importados al Nuevo Mundo, añoraban el regreso a su tierra. Con el paso de años de inenarrables sufrimientos y humillaciones, aquellos anhelos cedieron paso a la idea de ser libres allí donde vivían y donde muchos nacieron y crecieron.
Sólo en un país, los Estados Unidos, se contaba con recursos para concebir y realizar proyectos para regresar a África a esclavos y libertos, muchos de ellos nacidos estadounidenses. De ese otro capítulo, nació Liberia.
En Estados Unidos, por razones económicas y politicas propias, las fuerzas anticolonialistas, fueron omisas respecto a la esclavitud, fenómeno social que, a pesar de su relevancia humana, socio económica y cultural, no fue mencionado en la Declaración de Independencia ni en la Constitución, y se mantuvo durante 246 años hasta que, en 1865, después de intensos debates y de una cruenta guerra civil, se introdujo la XIII Enmienda a la Constitución, según  la cual:
“Ni en los Estados Unidos ni en ningún lugar sujeto a su jurisdicción habrá esclavitud ni trabajo forzado…”
No obstante, los constituyentes norteamericanos en 1787, al redactar la Constitución, aunque como si se tratara de un fenómeno  marginal y de un modo enrevesado, aludieron al tema de la esclavitud y, presuntamente, para suprimirla, concibieron un modo que dejaba el tema a las “calendas griegas”. Según el texto: “El Congreso no podrá prohibir antes del año de mil ochocientos ocho la inmigración o importación de las personas…”
Del texto se colige que, después de 1808, la importación de personas, es decir, la introducción de esclavos sería ilegal. Esa disposición, que puso fin al comercio de esclavos, no suprimió la esclavitud, sino que asumió que, al dejar de ingresar al país, con el tiempo y algunas leyes de menor entidad, la población negra disminuiría hasta ser irrelevante. No ocurrió así, pero ese es otro tema.
No obstante, según BBC, citando al historiador Ousmane Power-Greene, profesor de la Universidad de Clark, Massachusetts: “El movimiento para regresar a África lo iniciaron los negros”, quienes obviamente no contaban con medios para realizarlo. “Al mismo tiempo, continúa el historiador, hay quienes se sumaron al movimiento porque querían deportar a los negros estadounidenses para deshacerse de ellos…”
El proyecto para encontrar un lugar al cual pudieran enviarse a los negros radicados en Estados Unidos, tanto nativos africanos como sus descendientes, fue realizado por la Sociedad Estadounidenses de Colonización fundada en 1816 con el apoyo, entre otros del entonces presidente James Madison, el expresidente Thomas Jefferson, así como de James Monroe y Andrew Jackson que luego serían presidentes de los Estados Unidos.
Alrededor de 1820 enviados de la Sociedad Estadounidenses de Colonización, no sin oposición, encontraron lo que les pareció un lugar adecuado para el proyecto de reasentamiento colonial y mediante presiones e incentivos, los líderes tribales locales, accedieron a la venta de algunos terrenos.
Mediante diversos recursos y apoyos, ex esclavos procedentes de los Estados Unidos fueron llegando al lugar hasta que, en 1884, unos 15.000 llamados colonos, proclamaron la República de Liberia que recibió el apoyo del gobierno de los Estados Unidos, así como de instituciones y grupos filantrópicos privados norteamericanos.
La República de Liberia, es un país africano de 111 369 km² de superficie  y una población de 4 294 000 habitantes. Fue fundada a partir de 1884 en territorios adquiridos en la región de Sierra Leona. Su lengua oficial es el inglés. Declaró su independencia en 1847, convirtiéndose en la primera república africana independiente.
Debido a que los territorios cedidos para el proyecto de la Sociedad de Colonización Americana estaban habitados por nativos africanos que convivieron con los ex esclavos recién llegados, “americanos”, como ellos mismos se llamaban, formaron una élite que, entre otras cosas ejerció el poder político hasta 1980. Joseph Jenkins Roberts, hijo de negros libres, nacido en 1809 en Virginia, fue el primer presidente de Liberia.
En tiempos infaustos, cuando Estados Unidos ha dejado de felicitarse por ser una tierra de acogida para los emigrantes, y llamarse a sí misma, con orgullo una nación de emigrantes, he querido citar esta anécdota que tal vez evidencia que no hay presente sin pasado. Allá nos vemos.

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