¿Se acuerdan de David, mi alumno estadounidense? ¿El niño “especial” que quería, como proyecto de curso, llevar harina de trigo a un hogar de niños sin amparo filial en Matanzas? Hoy mi estudiante hizo la presentación de su proyecto, aquí en la escuela.
Durante parte de la mañana, David les explicó a sus compañeros de clase y a los padres invitados al evento, sobre cómo, en los últimos meses, él ha recolectado harina, levadura y hasta una maquinita de hacer pan, para llevarla a un hogar de niños sin amparo familiar en Cuba. Ese es su “proyecto para un mundo mejor”.
Yo ni siquiera pensaba venir a la escuela esta semana, no estaba de ánimo, ustedes saben. Pero cuando me llamaron anoche y me dijeron que hoy David haría su presentación, me dije a mí mismo que tenía que estar en la escuela para apoyarlo. David es un niño especial, tiene miedo escénico y a veces se traba con las palabras.
“Ladies and gentleman”, le dijo David a la audiencia, “mi propósito con este proyecto es recolectar harina durante todo el año y enviarla a hogares de acogimiento en Cuba”. Me miró de reojo, tartamudeando, como si batallara con las palabras. Yo asentí con la cabeza y sonreí como diciéndole “dale, sigue, todo estará bien”. Entonces él, más seguro de sí mismo, continuó, “así los niños cubanos que viven en esos hogares tendrán la harina y harán su propio pan cada mañana”.
A mí, que por estos días se me nota la tristeza y ando con las emociones desbordadas, se me hizo un nudo en la garganta. Mi alumno me miró y parece que percibió mi turbación, mis ojos anegados, mi desconcierto. Entonces, como por arte de magia, se invirtieron los roles. Ahora parecía ser David el profesor, el que quería ayudarme, el que me decía con la mirada que todo saldría bien. Y de súbito agregó en tono adulador, travieso, como para complacerme: “Sí, así mismo. Mi maestro y yo construimos puentes de amor”.
Carlos Lazo
Maestro de secundaria.
Organizador de #PuentesDeAmor
17 de mayo de 2023