

Discurso en el septuagésimo período de sesiones de la Asamblea General de la ONU, bajo el tema: «Eliminacion de las medidas económicas coercitivas unilaterales extraterritoriales utilizadas como instrumento de coacción política y económica»
Señor Presidente,
Mi delegación suscribe la intervención realizada por Venezuela, en nombre del Grupo de Amigo en Defensa de la Carta de las Naciones Unidas, así como las que realizarán Uganda e Iraq, en nombre del MNOAL y del Grupo de los 77 y China, respectivamente.
El bloqueo económico de Estados Unidos contra Cuba rebasa el calificativo de medidas coercitivas unilaterales extraterritoriales y rebasa también el concepto de embargo comercial.
Se trata de una guerra económica absoluta y despiadada, que no se circunscribe a prohibir la relación comercial entre Cuba y Estados Unidos.
Desde sus orígenes en 1960, tiene como fin deprimir el nivel de vida, reducir los ingresos reales, generar hambre, escasez, desesperanza, o sea, castigar a toda la población, con la meta de quebrar su voluntad política y dominar a la nación.
La legislación que rige el bloqueo no deja dudas sobre la ambición intervencionista, hegemonista y colonialista que anima al gobierno de los Estados Unidos.
Expresa con absoluta claridad la intención de cortar los vínculos económicos de Cuba con el mundo entero.
Estados Unidos no solo se niega a comerciar con Cuba, a exportar e importar, con excepciones extremadamente limitadas y restrictivas. Se propone además perseguir, obstaculizar o sabotear las transacciones comerciales de Cuba con cualquier país del mundo. Esto incluye programas de cooperación bilateral y multilateral absolutamente legítimos, proyectos de asistencia y donaciones.
Al hacerlo, no respeta Estados Unidos las prerrogativas soberanas de terceros países. No toma en consideración la relación de esos países con Cuba, ni el derecho que tiene cada nación a relacionarse con la nuestra en la manera que entienda.
Esas naciones también son objeto de presiones y amenazas de coerción económica por ejercer sus gobiernos, sus empresas y entidades económicas el derecho a relacionarse con Cuba.
Pero la agresión no se detiene ahí. El bloqueo de Estados Unidos prohíbe la exportación a Cuba, desde cualquier país, de cualquier producto, producido en ese país por sus empresas y trabajadores, si el producto tiene 10 por ciento o más de componentes de origen estadounidense.
Uno debe preguntar, en una economía internacionalizada como la actual, cuántos productos pueden encontrarse en este planeta que no contengan al menos 10 por ciento de materias primas, componentes, partes, software, propiedad intelectual o capital originado en Estados Unidos.
No es difícil comprender las severas restricciones que ha enfrentado y enfrenta Cuba, y que enfrentaría cualquier país para garantizar en esas condiciones su desarrollo tecnológico; mantener, ampliar y modernizar su infraestructura; garantizar su capacidad productiva; obtener insumos para la producción de alimentos, para el desarrollo agrícola y para sostener los servicios, entre ellos, algunos básicos como la salud, el transporte, la generación eléctrica, las telecomunicaciones y la educación.
Señor Presidente, el bloqueo económico tampoco se limita a lo que he descrito.
Con el control desproporcionado que tiene Estados Unidos sobre el flujo y manejo de las transacciones financieras internacionales, se ha propuesto, y logra limitar con cruel eficiencia, en cualquier parte del mundo, las posibilidades de Cuba para obtener créditos, recibir y ejecutar pagos, cerrar transacciones comerciales, transferir dinero,
y abrir y manejar cuentas bancarias. Encarece, además y de modo extraordinario, cualquier transacción financiera del país, todo lo cual pesa sobre el desempeño de la economía.
El gobierno estadounidense aplica medidas coercitivas contra los buques mercantes de cualquier país que atraquen en puertos cubanos. Amenaza y toma acciones coercitivas contra empresas y personas de cualquier país que, con pleno apego al Derecho Internacional y las leyes cubanas, inviertan capital en nuestra economía.
En años recientes, aun insatisfecho con el nivel de agresión y daño ya provocado, el gobierno de Estados Unidos comenzó la práctica criminal de perseguir y tomar medidas coercitivas contra buques que transporten combustible a Cuba, y contra las empresas y agencias aseguradoras y reaseguradoras que respalden la carga.
Se trata de una medida de tiempo de guerra, sin amparo legal o moral alguno, y cuyo fin es provocar carencias y sufrimiento al pueblo cubano.
Al incluir a Cuba, sin fundamento de ningún tipo, en una lista arbitraria y selectiva del Departamento de Estado sobre países que supuestamente patrocinan el terrorismo, Estados Unidos desató un conjunto adicional de medidas coercitivas, en especial de carácter financiero y también dirigidas a coaccionar, y tomar acción contra ciudadanos de más de 40 países y contra el derecho de éstos a viajar libremente a Cuba.
También en años recientes, Estados Unidos ha desatado una campaña de intimidación contra gobiernos de decenas de países por ejercer ellos el derecho soberano a tener programas bilaterales de cooperación con Cuba en materia de salud, cuyo fin fundamental es asegurar servicios médicos de calidad y costeables para sus poblaciones más necesitadas.
Todo esto Señor Presidente viola el Derecho Internacional y los pilares sobre los que descansa esta Organización.
No alcanza el tiempo de uso de la palabra que me han asignado para describir la magnitud y alcance de la guerra económica de Estados Unidos contra Cuba.
No alcanza para explicar la manera en que entorpece nuestras políticas económicas, el esfuerzo que reclama de nuestras autoridades para garantizar bajo una presión tan agresiva la vitalidad del país; para implementar las necesarias transformaciones económicas, asegurar la justicia social, atender a los más necesitados y no abandonar los planes de desarrollo.
No alcanza, en especial, para ilustrar el impacto acumulado que tiene sobre la vida y el ánimo de los cubanos, de las familias y de un pueblo abnegado, estoico y pacífico.
Las medidas coercitivas unilaterales y extraterritoriales son un crimen y esta Asamblea General hace bien en pronunciarse con fuerza en su contra. Hace bien en solidarizarse con todas las naciones y pueblos que sufren castigo tan cruel e ilegítimo.
Muchas gracias.