Dos chicas y una encuesta
Los otros días me llamó la atención una foto aparecida en primera plana del Miami Herald. Eran tres sujetos sentados tras un buró. Parecían hampones o no muy buenos amigos jugadores de póker. Sacudí la cabeza y volví a leer el titular: “Opositor impulsa movimiento para reformar la constitución de Cuba.”
Me equivoqué: no eran hampones. Y no es caso pensar en la teoría lombrosiana, pues ahí está el jorobado de Nuestra Señora de París, el buenazo de Frankenstein y hasta el controversial fantasma de la ópera, pero lo menos que aparentaban aquellos señores era ser peritos en asuntos de leyes. Lo más elevado que asemejaban era la de un padre y dos tíos que a tres manos iban accionar el conmutador que achicharraría en la silla eléctrica al secuestrador, violador y descuartizador de una inocente niña de cuatro años, hija y sobrina respectivamente de los tres.
Pero no, aquellos duros rostros simplemente lo que querían, según decía el periódico, era reformar la constitución de la Isla, no recuerdo si volviendo a la del 40 o, mejor, implantando de nuevo aquella tan linda de 1901, donde brillaba la Enmienda Platt. Todos sabemos que en política hay cosas que no se anuncian. Además, ese día, la encuesta del Miami Herald preguntaba: “¿Cree que se debe modificar la Constitución en Cuba?
He ahí la cuestión. Modificar qué. Por eso no hice clix ni en Sí ni en No. Sin embargo, pensé que claro, se podía modificar, mejorar. ¿Por qué no? Los tiempos cambian. Y pensé en la Constitución de los Estados Unidos, la cual también sería muy bueno que se modificara o que alguno de sus preceptos realmente se cumpliera. Uno de ellos, por ejemplo, está tan fuera de tiempo que data nada menos de cuando la Guerra de Independencia y a diario ocasiona centenares de innecesarias muertes y heridos al permitir que cualquier pelagatos posea una pistola con magazín de 30 tiros o un fusil de asalto. Pensé también que sería excelente que la ley antimonopolio realmente se cumpliera.
Pero dejemos tranquilas a las constituciones, sean de donde sean, que todas, en sus textos, resultan aburridas y descargosas. Volvamos al Miami Herald. Ese día, también en primera plana, mostraba un pequeño titular cuya información daba horror, tanto que no podía dejarse de pensar si en la sociedad norteamericana el asunto sería solo de cambios constitucionales u otros muchos de mayor profundidad, más cuando su gobierno quiere imponer su modelo de vida en todo el mundo.
Sucedió que en Washington dos chicas de doce años de edad acuchillaron 19 veces a una amiga para impresionar a un personaje ficticio y demoniaco de un juego de Internet. Las niñas declararon ante la corte que debían mostrar de lo que eran capaces a “Slenderman,” un personaje maligno y mitológico que encontraron en uno de los millones de portales que infectan los hogares a través de Internet, el cual ofrece, como vemos, instructivas historias de horror.
Las niñas contaron a la policía que trataban de convertirse en agentes de “Slenderman” y que después del crimen buscarían refugio en la mansión del demonio en los bosques. Dijeron que habían empezado a planificar el homicidio de su amiga en diciembre y la invitaron el viernes a pasar la noche en casa de una de ellas. La idea inicial, según los documentos que constan en corte, era matar a la invitada durante la noche, “así no tendrían que verle los ojos”, pero las muchachitas dejaron el crimen para el día siguiente durante un juego de escondidas en un parque arbolado donde asaltaron a su amiga con un cuchillo.
Un asunto que no es tan simple como para ser solo de leyes, aunque ante el juez las menores comparecieran esposadas y vestidas de reclusas. Se trata de fuerzas ocultas, más perversas que “Slenderman,” esos grandes intereses que envenenan y cada día en su esencia hacen más anticristiana a la sociedad, aunque un reciente sondeo de Gallup revele que el 42 por ciento de los estadounidenses crea que hace diez mil años Dios creo a Adán y Eva.
Numerosa tecnología a mano, en el bolsillo, en el bolso, que hacen hasta que el bobo de la yuca se enamore de ella. Electrónicas de mil colores que matan la cultura y al parecer hasta sentimientos. El mismo sondeo de la Gallup reveló que solo el 19 por ciento de los estadounidenses creen en la teoría de la evolución. Otras encuestas han revelado que el 25 por ciento piensan que es el Sol el que orbita a la Tierra, y no al revés.
Mientras, cualquier joven se convierte en un sádico criminal. La sangre corre y no solo en Afganistán. Niñas van a corte por crímenes que abochornarían a Al Capone. La fianza a cada una de estas también nuevas víctimas del capitalismo que Juan Pablo II catalagó de salvaje fue de medio millón de dólares. Serán encausadas como adultas bajo cargos de intento de homicidio intencional, en primer grado, y podrían ser sentenciadas a 60 años de prisión. Pero el mal es social, no individual, y los verdaderos criminales que enferman a la sociedad se encuentran encumbrados gracias a sus millones, como, por ejemplo, esos mismos señores de la poderosa y mandamás Asociación del Rifle.
Algo falla. Algo muy grave: asesinatos masivos en centros escolares, más droga, menos librerías, más corrupción, tanto que las guerras y los acosos imperiales a otros países ya parecen ingenuos juegos de Internet y nacen virtuales fuerzas demoníacas que conducen a dóciles niñas de 12 años de edad a ser émulas de Jack el Destripador.
Entonces, ¿lo que hay que cambiar solo es la constitución en Cuba?
Les habló, para Radio Miami, Nicolás Pérez Delgado.
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