Ucrania no puede contener ni derrotar a Rusia que se encuentra a las puertas de Járkov, segunda ciudad ucraniana cuya caída inclinaría la balanza. En ese escenario, Estados Unidos y otros países de la alianza occidental le han desatado las manos permitiéndole utilizar sus armas más avanzadas y letales contra objetivos en territorio ruso. Otra medida es involucrar formaciones militares regulares de la OTAN en acciones en territorio ucraniano.
Según parece, en Washington y Bruselas creen que la combinación de ambas medidas, pudiera modificar la correlación de fuerzas creando una especie de paridad convencional, forzando a Rusia a buscar la paz o a realizar un esfuerzo supremo que requeriría el empleo de elevados porcentajes de sus capacidades militares convencionales, lo cual conllevaría el debilitamiento de otras áreas y comprometería su seguridad total.
La primera medida que consiste en autorizar y asistir a Ucrania en el empleo de las armas avanzadas que Estados Unidos y la OTAN entregan a Ucrania, está en marcha, sin que haya provocado alguna reacción significativa por parte de Rusia que persiste en el intento de no dejarse provocar, fijando otras líneas rojas.
A partir de ahora las baterías de artillería, las concentraciones de tropas, los aeródromos, así como las localidades próximas a la frontera, y los buques que operan desde los mares Negro y de Azov, están expuestos a fuego de precisión desde Ucrania, incluso, con el uso de los sistemas antiaéreos Patriot, aviones que vuelan sobre territorio ruso pudieran ser abatidos, mientras los F-16 entregados a Ucrania pudieran operar en cielos rusos.
A las armas occidentales avanzadas, se suma una red de decenas de satélites y otras capacidades de exploración e inteligencia que pueden modificar las correlaciones de fuerza en tierra, aire y mar. En un escenario así, Estados Unidos y la OTAN, participarían en la selección y ubicación de blancos tanto en Ucrania como en Rusia, mejorando sustancialmente la eficacia del fuego ucraniano y aumentando las pérdidas de equipos y las bajas rusas.
La segunda medida consiste la entrada desde países limítrofes de unidades terrestres de la OTAN, incluidos blindados que aún no ha sido ejecutada en escala significativa, pero puede ser inminente.
Rusia que, aún no considerado necesario u oportuno reaccionar y tomar acciones decisivas, no cesa de reiterar que cuenta con los medios para hacerlo, entre ellos las armas nucleares tácticas, cuyo empleo en acciones combativas locales, ha sido recién ensayado en conjunto con Bielorrusia.
La decisión de emplear tales armas, pudiera ser para Rusia más difícil de lo que fue el inicio de lo que llama “Operación Militar Especial”. Entre otras cosas, porque desde 1945 las armas nucleares no han sido utilizadas y su empleo rompería los compromisos de no ser la primera en usarlas cargando, como le ocurre a Estados Unidos, con el baldón de haber empleado armas atómicas contra un país que no solo no las posee, sino que le entregó las suyas.
Algunos países que permanecen neutrales, pudieran no suscribir tales acciones, en la ONU y sus agencias, la condena seria rotunda y, probablemente, ni siquiera China cohonestaría una acción semejante.
Las preguntas del momento son: ¿Atacará Ucrania posiciones militares, agrupaciones de tropas e infraestructuras críticas en el interior de Rusia? ¿Se decidirá la superpotencia a emplear armas nucleares? ¿Dónde estarán los blancos, en Ucrania o fuera de ella?
De ser afirmativa las respuestas. ¿Cómo reaccionaran Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia que cuentan con capacidad nuclear de respuesta?
Cuando en 1962 se desató la Crisis de los Misiles en Cuba y la Unión Soviética, Estados Unidos y la OTAN entraron en ruta de colisión nuclear, la alarma era general. Hoy no ocurre así porque la amenaza nuclear se ha trivializado. La verdad es que, las armas nucleares tácticas son tan letales como la de Hiroshima y Nagasaki y, a diferencia de entonces que terminaron una guerra mundial, ahora pueden iniciar otra. Allá nos vemos.