DE MONUMENTOS Y POLÉMICAS
Por Salvador Capote
Las polémicas con respecto a esculturas monumentales son más bien la regla que la excepción y se prolongan con frecuencia durante muchos años. No estoy seguro, pero creo que el récord en este sentido lo tiene el monumento nacional a George Washington, en Washington, D.C., que fue objeto de largas y a veces febriles discusiones durante más de un siglo y, todavía actualmente, muchos se preguntan qué hace un obelisco faraónico representando a los valores fundacionales de la república estadounidense, porque, si George Washington es “el Padre de la Patria”, su monumento es símbolo de la identidad nacional y de los principios que gestaron la Revolución que independizó a Estados Unidos del dominio colonial británico.
La polémica comenzó cuando, en 1783, la Cámara (“House”) aprobó la construcción de un mausoleo en forma de pirámide, pero el Senado no estuvo de acuerdo y, en su lugar, el Congreso Continental aprobó la erección de una estatua equestre de Washington cerca del lugar donde se alza hoy el obelisco. Aún vivía Washington (moriría en 1799), no había presidido la Convención Constituyente (1787) y no había ejercido como primer presidente de los Estados Unidos (1789-1797). Medio siglo después, en 1833, la estatua ecuestre no se había esculpido todavía y, para impulsar la construcción del monumento, se fundó la “Washington Monument Society” y, quince años más tarde, en 1848, comenzó al fin su construcción, en medio de dilaciones y agrias disputas que abarcaban aspectos políticos, partidarios, económicos, estéticos y filosóficos. Seis años después (1854) la obra se paralizó y hubo que esperar hasta después de la Guerra Civil para reanudar la construcción del monumento.
En 1876, el Congreso aprobó los fondos necesarios, pero ya no sería una estatua equestre sino un obelisco semejante al de los egipcios pero sin jeroglíficos. Para los antiguos egipcios, adoradores del sol (Ra) el obelisco representaba un rayo de sol, del dios que da luz, calor y vida, era la conexión del cielo con la tierra. Aunque ya existían algunos, los obeliscos se pusieron de moda en Europa después que Napoleón saqueó los tesoros artísticos de Egipto. Cada gran ciudad europea, quiso tener su propio obelisco y Estados Unidos no podía ser menos que las naciones del viejo continente. El mundo occidental, supuestamente cristiano, utilizaba orgulloso para representar sus ideales políticos los símbolos paganos.
El proyecto fue rediseñado en 1879 para incluir un entorno arquitectónico tan elaborado y suntuoso que el obelisco hubiera quedado como un simple detalle. Debido a la falta de fondos, el gigantismo se redujo a la erección de una columna simple saliendo directamente de la tierra hasta alcanzar 555 pies de altura. Nueve años después, en 1885, se realizó la ceremonia de inauguración. Habían transcurrido 102 años desde la aprobación del monumento por el Congreso Continental.