“Estamos preparados para ofrecer ayuda humanitaria inmediata al pueblo de Cuba afectado por el huracán”, manifestó el secretario de estado Sr. Marco Rubio con motivo de los daños ocasionados por el huracán Melisa. Añadió además que esta ayuda sería canalizada “directamente o mediante socios locales”.
Ante ese pronunciamiento, el gobierno cubano, de manera protocolar y amistosa, procedió a solicitar al Departamento de Estado, que expresara en términos concretos, el plan para hacer llegar esa ayuda de apoyo “al pueblo cubano en este momento crítico” (lo que está entre comillas son palabras del secretario Rubio).
Hasta las horas de hoy el gobierno estadounidense no ha expresado el modo en que plantea hacer llegar esa ayuda.
No es noticia para nadie que cuando ocurren desastres naturales y otros estados ofrecen enviar recursos, lo primero que hacen es coordinar con las autoridades locales, porque todo país tiene una representación llamada gobierno que, al margen de la aprobación de su sistema político por parte de terceros, es quien debe autorizar la entrada de otra autoridad estatal foránea. Siguiendo ese principio elemental de respeto hacia la soberanía de otros países, se establecen los modos de hacer llegar las ayudas que, en este caso son administradas generalmente por organismos civiles.
Pero tampoco es noticia que el gobierno de Washington, desde el triunfo de la insurrección en contra de la dictadura de Fulgencio Batista y Saldívar (a la cual Los Estados Unidos apoyaron por algunos años), no ha querido reconocer a las distintas gobernanzas cubanas, las cuales han estado representadas, desde esa época por criterios socialistas de gobierno. Sustentados en esa arrogancia de país poderoso, cuando han hecho propuestas similares han considerado hacerlo al margen de las autoridades gubernamentales.
Cuba ante tales propuestas ha reaccionado siempre diciendo que no acepta ayudas si no vienen canalizadas por los canales oficiales.
Hasta hace apenas unos años atrás, el único modo de llevar a cabo una operación de esta naturaleza, era dejar en manos del gobierno cubano la administración de las ayudas, lo cual hacía imposible una conversación fluida entre Washington y La Habana respecto al modo que las donaciones serían distribuidas y el tipo de donación. Sin embargo, en la actualidad el socialismo cubano ha optado por fundir el sistema de empresas privadas conjuntamente con la existencia de la propiedad estatal y las cooperativas y favoreciendo el uso del libre mercado y la aceptación de un variado número de iniciativas privadas.
Ese nuevo programa político de gobierno existente en Cuba actualmente, demanda respuestas diferentes a las anteriores frente a ofrecimientos de esta naturaleza y es aquí precisamente donde la declaración del secretario de estado Marco Rubio ha quedado sin respuesta.
En momento de desastres de esas dimensiones, las personas, aun cuando estén llevadas quizás por dudosos o bajos deseos, se manifiestan de un modo acorde con la gravedad del momento. Y fue seguramente esta disyuntiva no deseada de un desastre causado por un fenómeno atmosférico de esta naturaleza, que aprovechó el Sr. Marco Rubio para “mostrar que él también posee sensibilidad humanitaria” frente al sufrimiento que tienen hoy tantas familias de la región oriental de Cuba debido al paso del huracán Melisa.
Quizás el Sr. Marco Rubio, sin entender que el programa socialista cubano no es el mismo de hace unos años atrás, pensó que la respuesta de Cuba sería reticente o negativa como en oportunidades anteriores, animándose a hacer un ofrecimiento que, debido a las tensiones actuales creadas por la administración de Donald Trump, era impensable
Al parecer ese error de cálculo lo ha dejado ahora mudo, porque el gobierno de Cuba, lejos de responder de modo retórico como ha ocurrido en otras oportunidades, rechazando de plano el ofrecimiento diciendo: “si no pasa primero por nuestras manos o no se aviene a nuestras conveniencias”, procedió de forma diferente. En esta ocasión, inmediatamente que surgió la propuesta, se dirigió respetuosa y protocolarmente al Departamento de Estado para que le explicaran el modo en que las ayudas se llevarían a vías de efecto.
Esta mudez hace pensar que la realidad detrás del gesto aparentemente humanitario, sigue siendo la misma. El gobierno de Los Estados Unidos de América no acepta en su hemisferio ningún estado que no funcione de acuerdo con sus criterios y ningún sistema socio económico que no responda de modo “eficiente” a sus intereses, aun cuando sea violando o incumpliendo las propias leyes del sistema económico político que ese país defiende.
En cambio, el gobierno cubano, a pesar de tantas afrentas y ataques sufridos por el Coloso del Norte durante 67 años de revolución, respondió acorde con sus nuevos programas de gobierno y se adelantó en aceptar la oferta, sujeta por supuesto, a conocer cómo se instrumentaría, y cuáles son sus “socios locales” y de ser “directamente”, qué modo de distribución proponen.
La actitud cubana está sin dudas orientada al diálogo que tanta falta en hace en estos momentos donde la agresividad impotente de Washington se manifiesta en esa movilización guerrerista que realiza desde hace varias semanas en aguas del Caribe y en su confesión pública que la misma está dirigida a provocar un cambio de gobierno en Venezuela. Este hecho pone de manifiesto una vez más que Cuba desea dialogar y resolver los diferendos entre las dos orillas de modo civilizado y siempre con la intención de proteger al máximo los intereses de sus ciudadanos.
En esa espera estamos todos los que deseamos lo mejor para Cuba y para todos los países del orbe, especialmente para los del hemisferio americano al cual pertenecemos. Las donaciones de Washington son bienvenidas por la población y convencido estoy que así es para el gobierno que la representa, todo es cuestión de dialogar y hacer las cosas convenientemente sin políticas ideológicas de por medio.
				
							
				









