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                                                       Los caballitos

Entre los recuerdos más gratos que hombres y mujeres guardan de su infancia figuran los caballitos. Los caballitos era como por lo general llamábamos en Cuba a los parques de diversiones. Parques de diversiones que podían permanecer fijos en un sitio, como Jalisco Park, o tener un carácter itinerante, de aquellos que eran emplazados de manera temporal en cualquier solar yermo de una localidad rural o urbana  o que, al igual que lo hacían los circos ambulantes, iban de pueblo en pueblo en busca de mercado.

En ambos casos debía abonarse una pequeña cantidad de dinero por usar de los aparatos, accionados casi siempre por la energía eléctrica.  Existía otro parque de diversiones. Aquel que estaba provisto asimismo de artefactos —tiovivos, carruseles, hamacas, canales, cachumbambés…— cuyo funcionamiento no dependía de la electricidad y que podían ser usados libremente por niños y adolescentes, sin pago previo alguno.  A esos parques de diversiones, que se asentaban igualmente en un lugar fijo,  también se les llamaba caballitos.

De esos, en los días de la infancia de este cronista, era muy recurrido, en la barriada habanera de Lawton,  el parque de diversiones de la Décimo Segunda Estación de la Policía Nacional, en la Avenida de Acosta, a dos o tres cuadras de la Calzada del 10 de Octubre. Disponía, entre otros artilugios, de una canal de caracol que hacía las delicias de los chicos y de los que ya empezaban a dejar de serlo y que los más pequeños debían usar con cuidado a causa de su altura porque aquella canal de caracol del parque de la Doce Estación de Policía no era una canalita cualquiera.

En Lawton, los caballitos ambulantes,  privilegiaban para asentarse sobre todo dos espacios, y lo hacían siempre, como es de suponer,  de manera temporal. Uno era el terreno vacío de la Avenida de Dolores esquina a calle Diez, donde, ya avanzados los años 50, el alcalde Justo Luis del Pozo construyó una casa de socorros, la última que se edificó en La Habana y que, ampliada y transformada,  es el actual Policlínico Lawton. El otro espacio preferido por los parques de diversiones ambulantes era el del parque Buttari, enmarcado por la Avenida de Porvenir y las calles Armas, Milagros y Santa Catalina.

Era una instalación en ruinas aquel parque Buttari de mi infancia. Sus muros y columnas, su glorieta parecían a punto de caer. Nunca supe bien el por qué de su estado. A causa de la mala calidad de los materiales que se emplearon en su construcción, decían algunos, aunque los más eran de la opinión que un hombre cuya hija sufrió determinado percance en dicho parque  destruyó a mandarriazos todo lo pudo.

Hubo un parque de diversiones muy famoso en los años 40 y 50 del pasado siglo. Era el parque de Colón y se localizaba en la Calzada de San Lázaro, frente al colegio de La Inmaculada, que hoy es la Casa Central de la Congregación de las Hermanas de la Caridad. También fueron célebres unos caballitos que todavía existen. Los ya aludidos del Jalisco Park, instalados primero en parte de la manzana que ocupó después del hotel Havana Hilton y que se trasladaron, cuando comenzaba la construcción de ese establecimiento hotelero, para el cuchillo que forman la Calzada de Infanta y las calles San Martín y Saldo. Hubo después otro Jalisco Park en 23 esquina a 18, que subsiste aún en tanto desapareció el de Infanta y San Martín. Ahora hay en ese sitio un pequeño mercado y una cafetería.

El Coney Island Park se inauguró el 29 de diciembre de 1951. Se pagaba un peso por el acceso al lugar y ya dentro se adquirían los tiquetes para usar de los aparatos. Fascinaban la montaña rusa y los carros locos. El pulpo se montaba una vez con júbilo, pero había que tener cierta dosis de valor para hacerlo otra vez.

Hubo también una montaña rusa, aunque no tan grande como la del Coney Island en Hollywood Park, situado en Vía Blanca y Primelles, en un área que ocuparon luego los terrenos de la Cuidad Deportiva. Contaba con un aparato nunca antes visto en Cuba, el rotor. Las personas entraban, aquello comenzaba a dar vueltas y la gente quedaba literalmente pegada a las paredes cilíndricas del rotor, sin caerse,  aunque el piso del aparato descendía. El rotor era algo parecido a la concretera frecuente en parques de menos nivel.

No duraron mucho los caballitos del Hollywood Park. Surgió a su tiempo el parque de diversiones de cine Mónaco, en la Víbora. Y ya en los años 70 surgieron  los excelentes caballitos del parque Lenin, con la estrella más alta que existe en Cuba,  hasta que, más recientemente, otro parque de diversiones, Isla de Coco, ocupó el lugar del Coney Island.

Habló para Radio Miami, desde La Habana, Ciro Bianchi Ross.